Esta no es la primera vez que hablo de «pequeños desastres domésticos» en el blog: hemos tenido apagones, incursiones de fauna salvaje, caídas de la litera… En fin, un poco de todo.
Hoy toca hablar de una inundación que sufrimos el otro día y que nos mantuvo alerta y limpiando durante casi una hora.
Yo entré a ducharme tranquilamente y cuando terminé cerré los grifos (como es lógico), pero por alguna extraña razón seguía oyendo ruido de agua y no sabía de dónde venía.
Salí de la ducha y comprobé con horror que se estaba saliendo el agua del retrete. El nivel de agua en el suelo era ya preocupante y, como es obvio, había empezado a salir del baño y a inundar el resto de la casa.
Pegué un grito pidiendo ayuda, me vestí como pude a toda velocidad y salí del baño para unirme a la terrible campaña de limpieza y secado con mi familia. Nos intentamos coordinar para cerrar llaves de agua, desatascar, secar el suelo, limpiar, escurrir trapos y fregonas…
Un auténtico show. Acabamos agotados porque además era de noche, y nos sentamos en el sofá para ver la tele y descansar… ¡Menudo jaleo!